El último viaje del Fenicios by Alejandra Rey

El último viaje del Fenicios by Alejandra Rey

autor:Alejandra Rey [Rey, Alejandra ; Massacesi, Horacio A.]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789506446727
editor: Penguin Random House Grupo Editorial Argentina
publicado: 2023-02-09T00:00:00+00:00


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Para el mundo, la Isla Diomedes Mayor perteneciente a Rusia, está deshabitada y solo existen restos de una base militar.

Pero no es verdad. Allí hay vida. Mucha. Demasiada.

Cuando la visitó, casi por casualidad la primera vez, Steve quedó maravillado con las posibilidades que tenía esa base militar abandonada para sus negocios, especialmente después de haber llegado a un arreglo con la mafia local dominante en la zona siberiana: ellos cobraban un dinerillo a modo de alquiler y asunto resuelto.

La base tenía todo, hasta un generador eléctrico, y el capitán del Fenicios, sin decirle nada a su socio argentino, había fundado una especie de ciudad que servía para sus necesidades todo el año, bastante similar a la del barco, pero en tierra —más o menos— firme. Cuando durante el invierno el hielo permitía que todos cruzaran a pie los tres o cuatro kilómetros que separaban los dos promontorios, el comercio era incesante: desde la Menor, perteneciente a los Estados Unidos, les llegaba lo que necesitaban para todo y ese todo era un universo insondable, un agujero negro.

Y en verano era una fiesta.

Los ocho grados de temperatura máxima en el mes de julio les garantizaba muchas horas de sol y bienestar y la visita de algunos turistas que, de la mano de algún Inuit avezado, ingenioso e inteligente, recorrían el estrecho y les servían vodka en la Mayor, después de perseguir ballenas y arponearlas: todo un turismo aventura asesino para el que siempre había equipo internacional: la estupidez humana, como se sabe, no tiene banderas ni límites.

Se organizaban algunos festejos inventados, como el Día de la Foca de Ayer, dado que el cambio de fecha atravesaba el pequeño paso que separaba las islas. Los turistas amaban vivir en dos días en forma simultánea y bebían hasta caer ebrios en una o la otra, con la ilusión de que habían tomado mucho la noche anterior y que ahora lo harían en la posterior con minutos de diferencia, amén de volver al pasado o al futuro según querían.

En la Menor, donde había un número secreto de personas viviendo lo que los censos esporádicos no mostraban —otro misterio inescrutable— se festejaba, siempre en verano, el Día del Gitano, otro invento de Steve que solo le servía para pagarle a los romaníes algún dinero y así obtener más esclavos para el barco, además de drogas y lo que llevaran: la mercancía era estacional, solía decir a carcajadas. Y por estacional se entendía un universo de generalidades que iban de lo naíf hasta lo siniestro o impensable.

Y era una fiesta, porque cientos de caravanas se hacían presentes primero en Nome, posteriormente en Wales a la orilla del mar y, luego de varios días de juerga, cruzaban en barcazas al otro islote para seguir la fiesta con drogas, putas y más alcohol. Iban de una a la otra con botes improvisados y sus cofres llenos de mercadería para comerciar o trocar: todo era sencillamente maravilloso. La idea era que la cocaína, la marihuana, los ácidos y el alcohol



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